El grupo es el mundo a escala de nuestras relaciones y comportamientos personales.
Cuando nos encontramos con otra persona para compartir una relación hay que reconocer que cada uno llega con su propia historia. Hay expectativas, deseos, miedos, interiorización de la familia del otro/a con todas sus sombras y, por supuesto, una acomodación en lo cotidiano que busca un equilibrio.

Todo funciona hasta que un día ocurre algo que rompe con el equilibrio: decidir si tenemos hijos o no, percepciones de injusticia, celos familiares, terceras personas en la relación, intervención de los padres de uno de los dos en las decisiones de la pareja, diferencias en la aportación económica, falta de deseo sexual, ataques de rabia de alguno, agresión, maltrato, falta de comunicación, etc. Entonces la pareja entra en crisis.

Si dejamos que la situación de malestar avance, crecerá la insatisfacción y, pese a los esfuerzos de la pareja para mejorar la situación -dándose tiempo, negociando espacios, hablando para tratar de resolver el conflicto-, cada vez se desgastará más la relación. Sin embargo, igual que en la terapia individual, hay que trabajar con los patrones negativos de cada uno/a para poder resolver los conflictos a nivel de la pareja.

Con una mirada de cada uno/a hacia su interior, y tomando consciencia de cuál es su responsabilidad y qué parte tiene que trabajar, es más fácil llegar a ese punto de intersección y encuentro donde se mezclan deseos, expectativas, ilusiones, etc.

El objetivo de la terapia de pareja es lograr una apertura de consciencia que, desde lo individual, pueda trascender a la relación. Esto requiere consultas individuales y de pareja.

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