[vc_row][vc_column][vc_column_text]¿Qué son las emociones?[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]
“La palabra inglesa emoción procede de la raíz latina e-movere y se refiere a algo que pone a la mente en movimiento hacia una acción positiva, negativa o neutra” (del libro Emociones destructivas, la conferencia dada por Matthieu Ricard en una psicología budista). También se entiende como “un estado mental poderosamente cargado de sentimiento” (Idem. Conferencia dada por Kusalasito, el cultivo del equilibrio emocional. Pág 210), el cual, por lo tanto está ligado a una evaluación, es decir, a un pensamiento. Desde el budismo, las emociones nos llevan a adoptar una posición o visión de las cosas. Las emociones pueden causar daño o, desde un punto de vista más sutil, generar un grado de distorsión que afecta nuestra percepción de la realidad. Estas emociones, llamadas también aflictivas o destructivas, impiden que la mente perciba la realidad tal como es, creando una distancia entre la realidad y la apariencia. Cuando deseamos un objeto o estamos apegados(as) a él, no podemos diferenciar entre sus cualidades positivas o desagradables, o si lo rechazamos, no tenemos la capacidad de ver sus cualidades positivas, entonces queremos evitarlo. La emoción no es buena o mala en sí misma, sino que está en función de la felicidad o el sufrimiento que a través de nuestros pensamientos y acciones nos produce a nosotros y a los demás. ¿Qué somos? Somos un flujo en constante transformación pero nos aferramos a la idea de tener un “yo” sólido que parece residir en el núcleo de nuestro ser y que nos define como individuos particulares. Sentimos que tenemos que protegerlo y mimarlo, y es de ahí de donde se deriva la atracción y el rechazo, es decir la aversión a todo lo que pueda amenazarlo y la atracción por lo que lo complazca y lo haga sentir feliz. Todas las emociones están íntimamente ligadas a la noción de nuestro yo.
Somos un flujo en constante transformación pero nos aferramos a la idea de tener un “yo” sólido que parece residir en el núcleo de nuestro ser y que nos define como individuos particulares.
Sentimos que tenemos que protegerlo y mimarlo, y es de ahí de donde se deriva la atracción y el rechazo, es decir la aversión a todo lo que pueda amenazarlo y la atracción por lo que lo complazca y lo haga sentir feliz. Todas las emociones están íntimamente ligadas a la noción de nuestro yo.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]¿Podemos liberarnos de las emociones destructivas?
Las emociones no son inherentes a la naturaleza de la conciencia, sino que surgenen función de condiciones, hábitos y tendencias que se expresan en el nivel más exterior o burdo de la conciencia (Hay tres niveles de conciencia: el burdo, tiene que ver con el funcionamiento del cerebro y con la interacción entre el cuerpo y el entorno, emergen toda clase de emociones. El sutil, se corresponde con la noción del yo y con la capacidad de introspección con la que la mente examina su propia naturaleza, encierra las pautas y tendencias. El muy sutil, es la cognición pura sin objeto particular en el cual concentrarse). Esto quiere decir que no existen por sí mismas, aunque las experimentemos en determinados momentos y las podemos transformar (Para ver en cual sabiduría se transforma cada una de las emociones mirar el anexo). Es decir, que podemos trabajar con las emociones y con las tendencias que las alimentan. Para liberarnos, el primer paso es observar la naturaleza misma de la emoción, porque nos damos cuenta que no tiene consistencia en sí misma, sino que es un agregado de diferentes eventos, es el aferramiento a las propias tendencias que provocan una reacción en cadena en la que el pensamiento inicial acaba convirtiéndose en la emoción. Así, cuando la emoción se va adueñando poco a poco de la mente, se convierte en un estado de ánimo y luego en rasgos de temperamento.
¿Cómo podemos trabajar con las emociones?
Desde el budismo, las emociones nos llevan a adoptar una posición o visión de las cosas. Una de las maneras de trabajar con ellas es “darse cuenta” de su vacío inherente. Para lograr esto se puede trabajar con la meditación de “Los cuatro fundamentos de la plena atención” que consiste en aprender a estar en el cuerpo, tener la atención plena en las sensaciones y luego en los pensamientos y emociones hasta llegar a la mente. Las personas interesadas en profundizar en ella pueden consultar el libro de Mark Epstein, Contra el yo, pág 107, Ed Kairos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]